Tierra Uno Lunes, 28 septiembre 2015

Colombia y las FARC ¿el acuerdo de paz definitivo?

¿El comienzo de un nuevo capítulo para Colombia? (foto: Europapress)

Camisas blancas, cábala para evitar una paz percudida (foto: Europapress)

¿Es posible que al fin el gobierno de Colombia logre un acuerdo de paz con las FARC? Las últimas noticias provenientes de Cuba, donde las negociaciones entre las dos partes se llevan a cabo desde 2012, parecen ser alentadoras. La foto del presidente colombiano Santos dando la mano al líder guerrillero “Timoshenko”, bajo la anuencia del líder cubano Raúl Castro, parece simbolizar el comienzo de una nueva era para un país acosado endémicamente por la violencia organizada. Sin embargo, es mejor guardar una prudente reserva sobre este proceso.

Las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) son la guerrilla en actividad más antigua del continente. Son consideradas como una organización terrorista por diversos países de la región y del mundo, entre ellos Perú, Chile, los EEUU y la Unión Europea. Su actividad comenzó oficialmente en 1964 sustentada en guerrillas comunistas, pero fue durante los años de 1980 a 1990 cuando su poder y alcance crecieron gracias a los vínculos con el narcotráfico. Beneficiados con la caída del Cartel de Medellín, su mayor rival en el tráfico de drogas, las FARC aumentaron sus ingresos y capacidad de poner en jaque al estado colombiano mediante acciones armadas, secuestros o asesinatos de civiles, así como del dominio de considerables zonas de la geografía colombiana en el oeste y el sur amazónico del país.

Entre 1998 y 2002, otro proceso de paz con similares expectativas fue llevado a cabo bajo la presidencia de Andrés Pastrana. Como gesto de voluntad para la negociación, Pastrana cedió a las FARC más de 40 mil kilómetros cuadrados como una zona libre de actividad militar estatal, junto a una serie de concesiones. Las FARC usaron las ventajas de la negociación y luego dilataron el proceso, mientras siguieron cometiendo atentados y secuestros con diversos pretextos. Manuel Marulanda “Tirofijo”, entonces comandante de las FARC, dejó plantado al presidente colombiano en la ceremonia del inicio de las negociaciones.

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Pastrana, en pleno desplante y a punto de hacerle el habla a la silla vacía de Tirofijo (foto: El Espectador)

El secuestro de un senador dio el tiro de gracia al proceso en 2002, y las maniobras sinuosas de las FARC cerrando las puertas a un proceso de paz creíble pavimentaron la llegada al poder de Álvaro Uribe, quien optó por una línea de confrontación directa.

Durante el período de Uribe las FARC sufrieron notorios retrocesos y pérdidas, entre ellas la muerte de su importante dirigente Raúl Reyes en 2008 durante el bombardeo colombiano sobre un campamento FARC en suelo ecuatoriano. Esto ocasionó un severo incidente internacional escalado por amenazas bélicas del entonces mandatario venezolano Hugo Chávez, quien nunca ocultó sus simpatías por el grupo armado. El sucesor de Uribe, Juan Manuel Santos, decidió disminuir la beligerancia de su predecesor con el fin de poder reabrir negociaciones con las FARC, dada la escasa posibilidad de eliminar efectivamente sus núcleos armados dentro de la accidentada geografía de Colombia. Las FARC volvieron a la mesa de negociaciones, si bien no decisivamente derrotadas, esta vez con menos poder y cartas en la mano que cuando lo hicieron con Pastrana.

2003, atentado de las FARC al club El Nogal. 36 muertos (foto: El Tiempo)

2003, atentado de las FARC al club El Nogal. 36 muertos (foto: El Tiempo)

El conflicto con las FARC desde 1964 ha ocasionado 200 mil víctimas mortales, lo que medio siglo después impulsa con mayor anhelo el deseo de un final a esta tragedia. Las condiciones de la paz parecen haberse alcanzado tras superar las serias diferencias sobre la justicia transicional, es decir la forma en que serán juzgados los líderes del grupo guerrillero, quienes obviamente negocian el no terminar en la cárcel, así como miembros de las fuerzas del orden. El anuncio que en Marzo de 2016 el acuerdo de paz estará sellado ha levantado en Colombia una serie de cuestionamientos sobre la naturaleza aún secreta de las condiciones acordadas: ¿contempla eximir a los dirigentes de las FARC de su asociación con el narcotráfico en nombre de la paz? ¿es posible aceptar que las FARC no hagan una entrega directa de sus armas como parte del trato? También se tienen aún dudas de los alcances de las reformas estructurales que eran bandera de negociación de las FARC, como la revisión de los tratados de libre comercio (que son el espinazo de la Alianza del Pacífico entre Colombia, Chile, México y Perú) o límites a la propiedad privada y la inversión extranjera, lo que causa serias preocupaciones en un país que bajo estas condiciones se ha convertido en la tercera economía más fuerte de Sudamérica.

El proceso de paz enfrentará su tramo más crítico cuando se tenga que comprobar qué tanto estará la sociedad colombiana dispuesta a conceder a un grupo armado, calificado como terrorista y financiado por el narcotráfico, para poner fin a más de 50 años de guerra interna. Y por otra parte existe el temor que tras medio siglo de actividad violenta y sin alcanzar un desarme efectivo como puede ser el caso, los restos de las FARC puedan integrar otros sectores del crimen organizado, sumándoles su experiencia bélica.

Andrés Paredes

Relaciones Internacionales y otros conteos regresivos