historia , Tierra Uno Jueves, 6 agosto 2015

Hiroshima y mil soles sobre la nublada Lima

Los limeños que contemplaron el resplandor de mil soles, irrumpiendo con violencia en una nublada mañana de Agosto, quedaron sumidos en la oscuridad para siempre. El espeso techo nuboso de la ciudad se espantó repentinamente, cediendo su lugar a un anillo de claridad horrísona. La detonación de una bomba nuclear de 15 kilotones, 600 metros encima de la transitada avenida Abancay a las 8:15 horas, vaporizó inmediatamente apurados transeúntes, comerciantes y policías, mientras innumerables autos y autobuses se fundían en un microsegundo junto con sus pasajeros. El Mercado Central, la antigua Biblioteca Nacional y el Congreso, junto con muchos edificios en el epicentro, se volatilizaron hasta solo dejar los cimientos.

Área de la explosión en Lima de una bomba similar a la de Hiroshima http://www.nuclearsecrecy.com/nukemap

Área de la explosión en Lima de una bomba similar a la de Hiroshima. http://www.nuclearsecrecy.com/nukemap

Ardiendo a un millón de grados centígrados, las torres de la iglesia de San Pedro, la Catedral de Lima y la iglesia de San Francisco desaparecieron consumidas en una columna de fuego y ruina de varios kilómetros de altura, uniéndose en la atmósfera a los restos del Palacio de Gobierno, el Palacio Municipal y los pequeños comercios del Jirón de la Unión. Una onda de choque destrozó todas las ventanas desde el área de la explosión hasta los confines de Comas, Miraflores, el Callao y Ate. El curso del menguante río Rímac del núcleo histórico se evaporó por varios minutos, dejando un cauce de piedras huérfanas e hirvientes. Después del resplandor y el ensordecedor estallido, otro enorme ruido, esta vez un grito de dolor colectivo por el abrasador calor, se escuchó en los alrededores de la explosión, casi dos millones de habitantes entre el Rímac, Breña, El Agustino y la Victoria.

Pero no fue en Lima sino Hiroshima, y luego Nagasaki, donde hace 70 años se empleó contra la humanidad el arma más poderosa creada por el conocimiento de nuestra especie. La devastación superó todo lo alcanzado anteriormente por la civilización en cuanto a lo fácil que se podía lograr. Las sucesoras de Little Boy, la ya primitiva bomba de 15 kilotones arrojada sobre la ciudad japonesa, ahora son capaces de incinerar no solo el Centro de Lima, sino un área desde Carabayllo hasta Villa el Salvador. Esa ridícula sencillez con la que se pueden convertir naciones en pilas de millones cadáveres humeantes condujo paradójicamente al período de paz, al menos entre las grandes potencias, más prolongado de la historia reciente. El ser humano que había comenzado a sentir miedo de sí mismo y su progreso en la Primera Guerra Mundial, terminó de convencerse con el explosivo punto final del hongo nuclear al final de la Segunda.

El debate sobre si se debió lanzar la bomba, si eso evitó más muertes en la guerra más mortífera de la historia, si fue lanzada para inhibir a los soviéticos de poner pie en Japón o si era absolutamente innecesaria, prosigue 70 años después. Tratados para eliminarlas del todo han fracasado, y, durante el transcurso de este siglo, alcanzar ese poder aniquilador se volverá accesible para más Estados. No hay marcha atrás cuando se abren semejantes puertas. Algunos geólogos incluso proponen que la era atómica puede ser usada perfectamente para poner un inicio oficial, por su rastro de isótopos radioactivos en el suelo, como la nueva era geológica del Antropoceno, la era del hombre.

Ilustración: Cemetpuu – Deviant Art.

Ilustración: Cemetpuu – Deviant Art.

La ciencia que alarga nuestras vidas y que brinda al común de la gente una comodidad superior a la de los más poderosos emperadores de la Antigüedad, también es herramienta para todo lo demás. Al comenzar esta era, Robert Oppenheimer, uno de los padres del arma nuclear, recordó una cita del antiguo texto hindú Baghavad Gita mientras contemplaba la bola de fuego que había hecho parir del núcleo atómico:

“Ahora me he convertido en la muerte, la destructora de mundos.”

Andrés Paredes

Relaciones Internacionales y otros conteos regresivos